01 diciembre 2009

Un día que fui feliz

Iba descarrillada por la tarde montevideana,

cerrando los ojos en el ómnibus,

dejándome perder en la somnolencia del pesado invierno...

Buscando una nube donde situar ese momento...

Dejándome llevar por las ruedas de la ilusión de un laberinto...

Ese laberinto montevideano...

"La ciudad más romántica de Latinoamérica", decidí de repente.

¿Santiago? no, ni dudarlo,

no tiene nada de romántica, por más que sea Mi ciudad.

¿Buenos Aires? sí; pero es tan arrogante Ella,

que maquilla su belleza hasta el punto del ridículo.

¿Valparaíso? Poética, sin duda, pero no siempre romántica.

¿Alguna reina tropical?

Quizá, pero siempre tendría la duda, porque sin invierno,

la Vida difícilmente puede ser romántica

-mucho menos la vida de una ciudad-

Buscaba entre los edificios el río,

Recordatorio diario de la inmensidad,

Que me silva al oído: ¿para qué quieres Andes, si tienes Plata?

En la cara de algún niño triste cerré los ojos

y me dejé vencer nuevamente por la música mala que escuchan los conductores de ómnibus y por el aire infecto, del que todos temen respirar el virus tóxico, celebridad del momento.

Sí, la ciudad más romántica de Latinoamérica.

(Por lo menos, la más romántica que yo conozco).

Seguí viajando por el laberinto,

Hasta pisar el suelo firme de la no-imaginación.

Subí por Barreiro hacia el cansancio de la vida doméstica.

Descansé el corazón en la imagen de sus ojos de cielo...

Lo posible y lo imposible.

Lo real y lo imaginado.

Lo dulce y lo pesado.

La calle y las ruedas.

La melancolía y la no – melancolía.

El instante en que todo puede cambiar.

El respiro en que todo tiene sentido.

El palpitar que se nutre de un recuerdo...

Y la alegría de haber optado sanamente por dos amores para toda la vida:

Santiago y Montevideo.

Ambos necesarios y llenadores,

Ambos tristes y felices,

Ambos opuestos e iguales,

Ambos igual de infieles que yo.

Definitivamente Sin Título...



"...Ojalá se te acabé la mirada constante,
la palabra precisa, la sonrisa perfecta.
Ojalá pase algo que te borre de pronto:
una luz cegadora, un disparo de nieve.
Ojalá por lo menos que me lleve la muerte,
para no verte tanto, para no verte siempre
en todos los segundos, en todas las visiones:
ojalá que no pueda tocarte ni en canciones..."