22 julio 2010

Y digo Patria

"...Pero no cambia mi amor
Por mas lejos que me encuentre

Ni el recuerdo ni el dolor
De mi pueblo y de mi gente

Lo que cambió ayer
Tendrá que cambiar mañana
Así como cambio yo
En esta tierra lejana."

16 julio 2010

De España y buen fútbol

Pena enorme me dio ver a mi país nuevamente eliminado en octavos de final frente al monstruo verde-amarillo (luego: verde-amarillento-desteñido frente a una naranja desabrida a mandarina)...
Lejano recuerdo de uno de mis primeros mundiales..

El primero que recuerdo fue USA 94, no el mundial, realmente, pero sí la mascota de un tierno perrito, muy entretenido para una pequeña de 7 años y la final Brasil-Italia, que decidiría por primera vez un Campeón del Mundo en penales...
No mucho entendía de todo esto, pero sí se grabaron en mi memoria esos detalles (el odio a las definiciones por penales que guardo hasta hoy día) y el hecho de que mi papá me hiciera hinchar por Brasil, porque era importante apoyar a un Sudamericano frente a un europeo.....
Pobre mi viejo, logró inculcarme el amor al fútbol, pero no el apoyo a la verde-amarella.... por la contraria, Mundial tras Mundial, he terminado convertida en una devota seguidora y fanática de la Mannschaft..

Fue en el segundo Mundial, dentro de mi recuerdo, que vi por primera vez participar a la Roja de Todos: Francia 98
Ahora sí tenía algunas cosas más claras, pero estaba en esa etapa en que las niñas odian a los niños y todo lo que se les relacione, lo cual, por supuesto, incluía jugar a la pelota.
Una etapa en que no sabía lo que era un offside y creía que en la Vida había cosas más importantes que el fútbol (lo que es la inocencia!!!!)
La primera vez que ví a la Roja de todos en un Mundial llegamos a los Champs-Eliseé de la mano de un uruguayo -mientras yo llegaba al Uruguay de la mano de mi Madre-
No realmente a los Champs-Eliseé, porque Gloria no tuvimos ninguna
Pero pudimos superar la vergüenza en que nos había metido el Cóndor Rojas y darnos un paseíto por uno de los países más antipáticos del mundo...
Aquella vez tuve la alegría de sacarle pica a mis compañeros uruguayos, porque nosotros estábamos en Francia y ellos no... el tiempo me enseñaría que en la Vida, y en el Fútbol, hay que ser más humilde...

12 años después salí una tarde de julio a las 14:00 de la oficina,
podía caerse el mundo entero,
pero yo tenía que ver jugar a mi Selección.
El monstruo verde amarillo nuevamente frente a nosotros,
un resultado muy previsible,
pero que tenía que ver con mis propios ojos...

En esos doce años de por medio,
además de mi fanatismo por la Mannschaft,
creció mi amor hacia la tierra que llamo hogar...
Como con todo lo propio,
ella y yo tenemos una relación algo bivalente...
Y es que ella me ha visto sufrir tanto, que a veces no me queda más que echarle la culpa...
Pero también me ha regalado grandes alegrías y una de ellas es esta última...
¡¿como no festejar cuando tenés tres millones de eufóricos a tu alrededor?!...
Desde octubre del año pasado no podía ver jugar a la celeste sin llorar por tantos recuerdos de algo que quedó en un punto final (no penal).
Y ahora, tras ver a mi equipo volver a nuestro territorio andino y saludar desde los balcones de La Moneda, no me quedó más que ver a la Celeste en cuartos y, de repente, esa garra que recorría la calle abajo de mi apartamento subió hasta el noveno piso y me apoderó:
y grité los goles más fuerte que nadie, y, con más fuerza que nadie, grité que Uruguay volvería a ser Campeón, y, más que nadie, odié al arbitro que otorgó a Holanda dos goles que no lo eran y, más que nadie, lloré cuando ese último tiro de Forlán no entró en arco Alemán...
La locura Celeste se apoderó de mí y todo lo que me ha dado este hogar me hizo olvidar años de admiración por la Alemania de Klose y Lukitas Podolski

Y en realidad me fui AMPLIAMENTE de tema y, recién ahora, llegó a lo que iba a escribir en un principio:
este año fui víctima (más que testigo) de la peor final de un Mundial en la historia,
no sólo fue fútbol sucio, sino que -peor aún- fue fútbol MALO.
No se le puede describir de otro modo.
Parecía que nuevamente se otorgaría la Copa a punta de penales, premio al fútbol aburrido y a haber mantenido 120 minutos de empate por miedo a perder.
Parecía que la mano invisible de Zurich o de un cheque bien gordo en las manos de un árbitro que no se atrevía a echar a 10 mandarinas que merecían ser echadas, marcaría otro hito de injusticia futbolística.
Una telenovela de la violencia y del sueño, digna de olvido, de no ser por la España del tiempo adicional.
En esos 30 minutos hubo un poco del juego que 1/8 de la población Mundial esperaba ver y (extrañamente) ganó el Mejor: ganó el juego en equipo y no el trabajo sucio, ganó el fútbol y no la fuerza de un mal árbitro.
No hay palabras de discusión ante esta verdad insondable: levantaron la Copa quienes más lo merecían entre aquellos 32. Grandes Campeones, los Españoles.
Grandes Campeones en el fútbol del año 2010 y en mucho más...

Escuchar su acento en la tele me puso algo nostálgica,
y este frío invierno no hace mucho para ayudar:
recuerdo el Madrid helado que me recibió con brazos abiertos,
me entibió el Corazón y me regaló más de lo que merecía.
Un país que me alejó rápidamente de la antipatía de la gente malhumorada y gritona que vive del otro lado de los Pirineos y me sacó de una cachetada esa asimilación del concepto "los españoles", que nos enseñan los libros de historia de estos lados, relacionado con aquellos conquistadores que nos empobrecieron y asesinaron. Nosotros somos, de hecho, los hijos de los conquistadores, no ellos.
Un pueblo también golpeado, y también maravilloso, cuyos goles no puedo gritar, porque no son míos. Pero cuya alegría no deja de sacarme una sonrisa; cuyo talento, esfuerzo y pasión no es posible sino admirar; y cuyo cariño no es posible sino extrañar.