31 agosto 2014

Adiós agosto

Se enfriaba el té y las gotas de lluvia golpeaban la ventana.
El viento sonaba como un grito, como un llanto ahogado;
presagio de una noche larga,
de oscuridad y de tormenta;
de soledad y frío.

Ella, con la mirada perdida detrás de la niebla,
temblaba y castañeaba los dientes.
Él la abrazo y, más que su cariño,
sintió miedo.

En un suspiro escaparon fantasmas silenciosos.
En una lágrima callaron viejas ilusiones.
En un giro de su mirada aparecieron nuevas poesías.

Dejó la taza sobre la mesa y se envolvió con una frazada.
Él se sentó frente a la chimenea y ella apoyó la cabeza en su regazo,
para sentirlo acariciando su pelo.
Se durmió escuchando la música del fuego y,con un suspiro de alivio,
la más dulce promesa:
"Mañana, será primavera".

Recuerdos de nieta


I - II
Una foto en blanco y negro,
un pesebre y las luces del arbolito,
libros viejos y gatos.
El calor de un abrazo lejano.
Todas las letras del amor.

III
El olor del rosal y madera vieja,
lana áspera y manos suaves.
Ojos gigantes y voz temblorosa.
Un adiós largo como el tiempo...

IV
La mano fuerte del trabajo,
el sacrificio del campo y del pan,
la tos ensangrentada y la mirada dura que nunca conocí.
O que sí, reconozco en las cejas de mi viejo...
O que sí, me sorprende a veces desde el espejo...

02 agosto 2014

Pasamos toda la vida escapando de nosotros mismos
y, a la vez, cada día tratando de encontrarnos.
Es la más absurda de nuestras ironías.
Es la más humana de nuestras condiciones.

01 agosto 2014

Cuestiones de vocación y profesión

Siento que he vivido tanto y tan profundo, en lugares tan radicalmente distintos, que mi corazón y mi razón son como el puzzle gigante de un jardín de todos los colores.... Parece algo bonito... tiene buen lejos... Pero de cerca... es más complejo... es  caótico... doloroso...agotador. A veces, enloquecedor.

Guardo recuerdos igualmente queridos de una playa tropical, que de una montaña nevada. Y, para mi, lo complicado es que no son recuerdos de fotografía turística; sino de emociones profundas, de afecto, de pensamientos y de sentido.

La jugosidad dulce de un mango me lleva a una infancia pura, tanto como la sensación de unos pantalones de cotelé y panties de lana a la sombra de la cordillera.
Mi lógica adulta me dice que mi infancia ha de haber sido dolorosa. Algunos recuerdos de bullying y continuas mudanzas, también.
Pero cuando vuelo hasta allí, con un sabor, un olor, un roce; me siento abrigada y protegida. Me siento plena. Humana.

Amo escribir y siento que es lo único que se hacer medianamente bien y lo único que me genera verdadero orgullo.
Tengo que escribir, porque mi corazón grita recuerdos de mundos tan distintos y tan complejos, a la vez, que lo siento como una obligación romántica de no llevarme esto a la tumba.

Se me agita el corazón y me aturde la emoción de sentir que al fin encontré mi vocación.
En realidad, siempre lo supe, siempre fui hacia ahí, pero no lo veía con claridad. Elegí una carrera práctica, porque a los dieciocho no tuve el coraje necesario para enfrentar lo que amo.
Diez años después, me siento, al fin, lo suficientemente valiente para caminar hacia esto que soy yo, hacia esto para lo que nací. Cueste lo que cueste.