Estoy en un salón de baile, copa en mano, y se que en teoría debería estar de festejo, pero me quedo con la mirada colgada, abstraída en mis pensamientos... Me pregunto de repente qué es lo que motiva a un grupo de
mujeres a perder el control frente a una amiga vestida de blanco…
Es un espectáculo más que interesante; los detalles previos anunciaban el desenlace: cada una compró un vestido especial para la ocasión, gastó una cantidad significativa en peluquería y maquillaje, algunas incluso en broncear su piel, cuidaron su alimentación por semanas y esperaron con nervios casi propios el día tan deseado… Entre todas prepararon una fiesta de “despedida”… Despedida ¿de qué?, digo yo, si la joven no se va a ningún lado! Ahh, pero deja de ser soltera…
Es un espectáculo más que interesante; los detalles previos anunciaban el desenlace: cada una compró un vestido especial para la ocasión, gastó una cantidad significativa en peluquería y maquillaje, algunas incluso en broncear su piel, cuidaron su alimentación por semanas y esperaron con nervios casi propios el día tan deseado… Entre todas prepararon una fiesta de “despedida”… Despedida ¿de qué?, digo yo, si la joven no se va a ningún lado! Ahh, pero deja de ser soltera…
Deja de ser soltera y sus amigas se conmueven al pensar que
dará ese paso que aún no les ha tocado… O le dan la bienvenida al otro lado,
con brazos abiertos y llenas de absurdo orgullo… Y se suman hermanas, primas, tías y
madres… Pero las que terminan por perder el control hasta la locura son las amigas…
Me imagino el deleite que se darán los sociólogos y antropólogos ante todo esto – algo así como los equipos de biólogos en la Antártida que observan con binoculares a las orcas en el mar –… Es que, realmente, creo que no hay
comportamiento igual al del grupo de amigas de una novia en su día de bodas…
La acompañan y ayudan y sirven en un rito único… Hay una dedicación y
abnegación que sólo terminan llegado el momento del festejo, en que
rompen en un estruendo único en el mundo…
Mientras observo me pregunto cuál será el móvil de tanto alboroto: si será
genuina alegría o si será un anhelo empañado de envidia… Como los seres
humanos nos caracterizamos por ser diferentes, supongo que no hay una única verdadera respuesta…
Me pregunto también, siempre que veo una pareja
prometiéndose votos de amor eterno, si realmente esas dos personas piensan que
estarán juntas en 20, 30, 40 ó 50 años… si realmente se dan cuenta de lo que
están prometiendo… (Si es así, por lo menos alguna chance habrá de que lo
logren…. Si no, a contar los días para ver otro corazón partío, despechado,
cínico, dando tumbos por ahí…)
Y así sigo en la pista de baile... se me cuelga la mirada y nadie entiende por qué no bailo... es que no dejo de pensar en que bicho jodido que somos los seres humanos… Las ceremonias despiertan mi ojo
crítico… mi escepticismo natural hacia las convenciones… Sin embargo, al terminar la noche, también me obligan a aceptar que tengo cariño por los ritos de mi propia
cultura… que yo también quiero ponerme un vestido blanco y brindar con champán… que yo también quiero llegar a hacer una promesa con fe y seguridad... y que, en el fondo, aún me rompe el corazón saber que cuando llegue ese momento, él no estará prometiendo amor a una mujer vestida de blanco por primera vez...
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