08 mayo 2015

Recuerdo añejo

En el último carro del metro, perdida en viejas canciones, había olvidado el ruido de la calle, el sol del mediodía, el polvo de la plaza, los ojos tristes del perro vagabundo. Pero no la melancolía. Santiago, hasta su último rincón bajo tierra, sabía a melancolía: a sueños infantiles, a abrazos de despedida, a esperanzas truncadas, a polvo entre los dedos, a un único amor posible: el abrigo de la cordillera.

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