De pronto, como siempre,
como todas esas revelaciones (evidentes) del subconsciente,
me doy cuenta por qué amo tanto Montevideo en verano,
la Ciudad Vieja en verano...
La oficina tiene el mismo olor a madera vieja que la sede antigua del Partido...
El mismo polvo caliente baila en el aire...
Las mismas baldosas queman la piel con olor a sol,
y las palomas...
Y los pájaros cantan la misma canción que a principio de los noventa...
y los buses y las motos roncan lo mismo...
Y un silbido repentino,
y un cartel de helados palito...
Y, de repente, Montevideo es cualquier ciudad en verano...
Montevideo es volver a Santiago en un cerrar de ojos...
Es mi infancia en un guiño...
Y trabajar todo enero es volver al abrazo de papá.
*Lechuza
11 de enero de 2017
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