12 enero 2011

De veranos lejanos

Ver que tengo 0 entradas en 2011 me hace sentir obligada a escribir....
Pero el verano me atonta, me roba las palabras y me hace pensar que la vida así no tiene mucho sentido, porque necesito el frío para ponerme a filosofar y (más bien) divagar...
Hasta que llega una lluvia veraniega y me alegra la tarde:

El olor a tierra húmeda me recuerda a mi infancia,
a tardes con los pies en el barro,
a carcajadas con mis primas en el ruido santiaguino,
el olor a pasto, una chinita (léase: mariquita, o "san antonio", según la zona de nuestro continente que corresponda).
Mariposas,
viento,
mi pelo enredado,
el agua helada de un lago sureño partiéndome los huesos,
el sol en la piel y los pies en arena negra, de nuestras playas del sur,
decoradas por lavas derretidas y pulidas por los siglos...

Y, de repente me pongo a pensar,
de todas las playas que he pisado,
con todas sus variedades y exotismos,
ninguna recuerdo más ni mejor que la de Coñaripe,
a orillas del lago Calafquén:
Mi viejo bajo una sombrilla leyendo un libro,
yo tomando un helado Savory
o persiguiendo al hombre con el carrito para hacer algodones de azúcar...
las piedras en los pies, el agua helada,
huir hacia el centro del lago en un bote inflable...
Y las montañas alrededor,
con mil y una formas,
con bosques llenos de peligros...
La tristeza de los incendios forestales...

Y, con mis amigos, perdernos por la isla Llancahue,
buscando mil y una aventuras:
huir de enjambres de abejas, perros salvajes y toros,
tomar agua del río helado en una taza vieja,
jugar a la pelota horas y horas bajo el sol,
jugar a las escondidas de noche entre los árboles y aprovecharse de alguna luz casual que descubre todos los escondites...
y tirarnos horas a ver el cielo más estrellado,
(cazar estrellas fugaces y pedirles deseos ya olvidados).
Y que no me discutan que los cielos del norte son los mejores:
allá en la IV región, junto a los grandes telescopios que miran a lo lejos,
he visto cielos preciosos, sin duda,
pero no se comparan con la grandeza que se percibe después del paralelo 38,
donde se nota en las estrellas la curvatura de la Tierra,
la Cruz del Sur está cada vez más cerca y parece que caerás al fin del mundo
(o el comienzo del mundo, como dice un querido amigo, qué más da!)

Cada mañana, llueva o salga el sol, Montevideo me sonríe;
mi querida ciudad me lleva feliz por la vida...
Creo que somos las dos cómplices de algo y,
sin embargo, ninguna de las dos sabe de qué...
Nos entendemos, al fin y al cabo...
La lluvia montevideana de verano hoy me trajo recuerdos inesperados,
para sacarme en cara, sin darme cuenta,
que tuve una infancia privilegiada:
crecí con miedo a que un puma saltará del bosque, mientras jugaba con hadas y duendes...
Y creo que sólo los niños del sur de mi país pueden saber a qué me refiero...

5 comentarios:

Andrea dijo...

un comentario para la primera entrada del 2011, suena como una buena infancia. Feliz Año.

Lechuza dijo...

Gracias por el comentario! :)
Me alegró el día... lástima que sea tan anónimo... si tienes blog déjamelo :)

besos!

Andrea dijo...

Lechuza, que bien que te haya alegrado el día jajaja. Te dejo mi blog. Espero estés bien.

http://adarkwings.blogspot.com

zonacitas dijo...

Teniendo en cuenta que te sentiste en obligacion de publicar, lo has hecho mas que bien. Felicitaciones... muy buen blog. Sigue asi que muchos disfrutamos leyendote.

Liou Duvinini dijo...

Interesante...